La tiranía del tiempo



Desperté aquella mañana pensando en ti. Recuerdo haber abierto mis ojos y sentir el rayito de luz que se asomaba entre las persianas, y me avisaba que un nuevo día había comenzado. Había esperado este día desde el primer momento en que mis ojos te encontraron. Aquella tarde en la plaza, no podía creer que una criatura tan hermosa existiera fuera de la imaginación del hombre, me acerque te salude, nos hicimos amigos y pronto te convertiste en la luz de mis días, y hoy seria el día en el que te lo diría, te diría lo mucho que te quería.

Tome mis cuadernos del día, calculadora, lápices recién afilados y los coloque en mi morral. Después me dirigí a la cocina, donde mi mama me había preparado el desayuno, mire el reloj y me di cuenta que estaba retrasado. Comí de prisa y salí sin despedirme de mi madre, corrí lo más que pude hasta la estación del subterráneo donde muy posiblemente te encontraría. Pero no te encontré, así que supuse que había llegado tarde y ya habías tomado el tren anterior. Maldije al rayito de sol por no haberme despertado antes. Hubiéramos estado solos (habría mucha gente en el vagón, sí, pero realmente estaríamos solos tu y yo) hubiera sido la oportunidad perfecta para decirte cuanto te quería.

Al llegar al colegio te encontré en el patio, junto Edgar como siempre nos saludos y hablamos de lo fastidioso que seria el día y en que ocuparíamos nuestro tiempo al salir de casa. Edgar iría a ensayar con su banda, tú dijiste que te verías con el chico con quien habías estado saliendo hace 2 semanas, yo regresaría a mi casa a adelantar mis tareas. Hablando con Edgar que había llegado algunos minutos antes que nosotros, entendimos el porqué del revuelo en la escuela. Al parecer Gabriela Kohl había muerto. Se había quitado la vida la noche anterior, lanzándose desde la azotea de un edificio en el centro de la ciudad, el porqué estaba ahí, cuando su casa quedaba a las afueras y el porqué había decidido acabar con su vida, era objeto de misterio y especulaciones, por parte de todos. Sin mucho más que pudiéramos hacer al respecto nos despedimos y nos dirigimos a nuestras respectivas aulas. De camino a mi primera clase del día pensé. Que si Edgar no hubiera estado ahí, hubiera podido decirte lo mucho que te quería.

En clase los profesores recitaban pequeños discursos sobre Gabriela Kohl y los muchos talentos que la habían convertido en la chica más popular de la escuela. Kohl había sido una chica delgada, rubia, de lindos ojos azules y de pronunciadas curvas que volvían locos a la mayoría de los chicos del cole, sus buenas notas e impecable comportamiento habían sido también razones por la que se convirtió igualmente en favorita de los profesores. Yo había hablado un par de veces con ella, y me había parecido simpática, muy linda, pero no era mi tipo. No como tú, no como tú, cuya extraña belleza me hechizaba, no como tú, que poseías un sentido del humor y una actitud maravillosa que me obligaba a sentirme feliz solo con estar a tu lado. Gracias a la muerte de Gabriela Kohl, el temido examen final de matemáticas fue aplazado a otro momento. Hasta que el sentimiento de perdida fuera reemplazado por el del olvido.

Después de clase, a eso de las 3 de la tarde nos encontramos en el patio como de costumbre y discutimos sobre como las clases de matemáticas, física e historia se habían transformado en clases sobre Gabriela Kohl. Tu eras indiferente ante la situación, nunca habías hablado con ella y tampoco quisiste hacerlo pese a que veían varias clases juntas, Edgar en cambio, nos confeso ahí mismo que en alguna ocasión había tenido una especie de Crush hacia Gabriela, pero que nunca le había dicho nada por temor a ser rechazado. Obviamente Edgar jamás volvería a tener oportunidad de decirle nada a Gabriela, fue ahí donde me entro un escalofrío, te mire... te mire mientras jugabas con tu celular y me pregunte ¿me pasara lo mismo que a Edgar? ¿Acaso no podré decirle lo mucho que me gusta, lo mucho que la quiero, lo mucho que la amo...? el día de escuela ya se había acabado, cada uno se dirigía realizar sus respectivos planes y yo no te había dicho lo mucho que te quería.

Edgar se despidió de nosotros a la salida de la escuela, subió por la colina con su pesada guitarra, mientras tu y yo bajábamos hacia el subterráneo, en el camino no intercambiamos palabras, sabia lo quería decirte, pero no sabia porque las palabras no salían de mi boca. Llegamos al subterráneo ahí nos despediríamos tú seguirías a encontrarte con el chico con el que habías decidido salir, con el que habías decidido tener algo, y yo regresaría a mi casa a encontrarte con mi cuarto y mis cuadernos. No esperaba que levantaras tu mirada me lanzaras tu hermosa sonrisa y me dijeras "me ha cancelado". Otra oportunidad me dije a mí mismo, me dije que esta vez si te lo diría, te diría lo mucho que quería.

Subiendo por la montaña hacia nuestras casas, nos encontramos con un grupo de gente reunida alrededor de una de las casas. Era la casa de Miguel uno de nuestros compañeros de clase, la policía estaba frente a su casa y todos los vecinos habían salido de sus cuevas para ver como se lo llevaban. Al parecer había testigos que lo vieron cerca de la madrugada con Gabriela en el centro de la ciudad, cerca de donde el cuerpo había sido encontrado. Miguel al igual que Gabriela era muy popular en la escuela y provocaba en las chicas, lo que Gabriela provocaba en los chicos, y varias veces se les había relacionado como novios, pero ellos siempre lo negaban y así daban esperanza a los muchos y muchas que andaban tras ellos. "con razón hoy no fue a clases" me dijiste, tomaste mi brazo y nos alejamos del tumulto y de los gritos de la madre. Como quisiera decirte que yo nunca, nunca te lastimaría.

Habíamos llegado a la puerta de mi casa y no te había dicho nada, simplemente no podía algo me detenía. Yo mismo me detuve frente a la reja de mi casa, pero tú jalaste mi brazo, lo jalaste como si nunca hubieras tenido la intención de detenerte ahí. Te mire y me dijiste "vamos a la mía" trate de devolver tu bella sonrisa, con la mejor de las mías y nos dirigimos a tu casa. Vivíamos tan cerca pero nunca había estado ahí, nunca me había atrevido ni a pasar por el frente. La puerta blanca, los adornos de caoba, y la pared de color púrpura, me decían que esta era tu casa no había duda alguna. Entramos y me ofreciste de beber, mientras, me senté en el muy cómodo sillón de cuero negro y no pude evitar observar las fotos de tu infancia dispersas por la casa. Que niña tan hermosa habías sido y aunque ya no eras una niña sino toda una mujer, conservabas el mismo porte, la misma mirada, la misma aura a tu alrededor. Regresaste y me diste un vaso frío de agua. Agua para el viajero sediento, la tome como si fuera el néctar de los dioses que me había sido entregado por una diosa. Me levante del sillón y me di cuenta de que ahora yo era más alto que tú, me acompañaste a la puerta. Vi que ahora eras anciana, pequeña y arrugada pero me alegre de que aun eras hermosa, de que aun conservabas el mismo porte, la misma mirada, la misma aura a tu alrededor.

Mientras cerrabas la puerta observe una lágrima que daba tropiezos mientras bajaba por tu mejilla, note tu mirada triste hacia el suelo y mientras me dirigía a una cueva de oscuridad te escuche susurrar. "La tiranía del tiempo…"




1 comentarios:

  Ayna

18 de diciembre de 2008, 20:02

"Todo lo que toca el hombre lo convierte en tiempo"...creo que es una frase de Cesare Pavese (Dialogos con Leuco).
Algunas veces simplemente perdemos "el chance" por ser esclavos del silencio, de la timidez y eso es algo que no considero justo ¿tú si? Deja de ser el tiranizado y convierte en tirano,deja salir de la garganta las palabras atravesadas y si al mundo no le gusta pues que se cubra los oidos.